Campbell Héroe mil caras

La primera maravilla que debemos notar aquí es el carácter andrógino del
Bodhisattva: masculino, Avalokiteshvara; femenino, Kwan Yin. Los dioses masculinos-
femeninos son comunes en el mundo del mito. Siempre emergen con un cierto misterio,
porque conducen la mente, más allá de la experiencia objetiva, a un reino simbólico donde la
realidad se supera. Awonawilona, dios principal de los Pueblo Zuñi, creador y contenedor
de todo, es a veces tratado como “él” pero en realidad es “él-ella”. La gran Original de las
crónicas chinas, la santa T’ai Yuan, combina en su persona el masculino Yang y el femenino
Yin. Las enseñanzas cabalísticas de los judíos medievales, como también los escritos de los
cristianos gnósticos del siglo II, representan el Verbo Encarnado como andrógino. Y entre los griegos, no sólo Hermafrodita (el hijo de Hermes y Afrodita),sino también Eros, la divinidad del amor, (el primero de los dioses, de acuerdo con Platón ) tenía sexo masculino y sexo femenino. “Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios le creó y los creó macho y hembra.”

Y se siente lleno de compasión por los seres aterrorizados de sí mismos que viven en temor de su propia pesadilla. Se levanta, vuelve a ellos y con ellos habita como un centro sin ego, a través del cual el principio del vacío se manifiesta en su propia simplicidad. Éste es el gran “acto de compasión”, por medio del cual se revela una verdad: la de que en el entendimiento de aquel en quien ha muerto el Fuego Triple del Deseo, la Hostilidad y el Engaño, este mundo es el Nirvana. “Olas de dones” salen de ese ser para la liberación de todos nosotros. “Esta vida mundana de nosotros es una actividad del Nirvana mismo y no existe entre ambos ni la más ligera distinción.”

Se cuenta la historia de un estudioso de Confucio que buscaba al vigésimo octavo patriarca budista, Bodhidharma, “para pacificar su alma”. Bodhidharma replicó: “Muéstramela y la pacificaré.” El hombre replicó: “Ése es mi problema, no la encuentro.” Bodhidharma dijo: “Tu deseo se ha concedido.” El hombre comprendió y partió en paz.

En forma similar, en el Oriente, en el mundo antiguo y en las Américas precolombinas, la sociedad y la naturaleza representaban para la mente lo inexpresable. “Las plantas, las rocas, el fuego y el agua: todo
está vivo. Nos observan y ven nuestras necesidades. Ven el momento en que nada nos protege —declara un viejo apache narrador de leyendas— y en ese momento se revelan y hablan con nosotros”. Esto es lo que los budistas llaman “el sermón de lo inanimado”.

Cierto asceta hindú que se echó a descansar cerca del sagrado Ganges, colocó los pies
sobre un símbolo de Shiva (un “lingam”, una vulva y un falo combinados que simbolizan la
unión del Dios con su Esposa). Un sacerdote que pasaba vio al hombre y le hizo este
reproche: “¿Cómo te atreves a profanar este símbolo de Dios poniendo los pies sobre él?”,
preguntó el sacerdote; el asceta replicó: “Buen señor, lo siento. ¿Me harías el favor de tomar
mis pies y colocarlos donde no se halle el lingam sagrado?” El sacerdote tomó los tobillos del
asceta y los movió hacia la derecha, pero tan pronto los hubo dejado en el suelo, un falo
brotó de él y los pies quedaron como antes. Los movió de nuevo y otro falo los recibió. “Ah,
ya veo”, dijo el sacerdote con humildad, hizo una reverencia al santo que descansaba y

siguió su camino.  

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