Inteligencia del alma
Las flores del campo
y los ángeles de alas grandes y amplias hacen su labor, de manera
suave, con el
refinamiento que su
belleza expresa. Hoy es un día en el que cabe, en el mismo espacio,
tanto la
benevolencia como la
firmeza. Una combinación explosiva cuando se ponen en juego
proyectos que
requieren eficacia y
conciencia despierta. Cuando fluimos en armonía, todos los
instrumentos suenan
bien y se acoplan
rápido al conjunto de la orquesta. Atención al fluido hermanado y
creador que
cierra el paso al
miedo anticipatorio por el que “perdemos los papeles” y nos
instalamos en la rigidez
y las posturas
tensas.Y así como el medioambiente precisa de cuidados para evitar
la contaminación, de la misma forma conviene liberar la atmósfera
psíquica de tensiones que rompen la exquisita vibración de las
conciencias más abiertas. Eso no quiere decir debilidad, ni tampoco
blandura mediocre y sosa. El sosiego es un estado mental que podemos
entrenar para lograr neutralizar la ansiedad del que ha perdido el
momento presente y se ha instalado en el miedo en vez de en la
confianza.
Si apostamos por la
paz y dejamos atrás el viejo camino de la supervivencia y de la
guerra,
controlemos el tono
de voz y hagamos con atención refinada todas las cosas por grandes o
pequeñas
que sean. Muy
pronto, encontraremos personas que también han llegando a cotas de
inofensividad,
sin por ello
mostrase pusilánimes o con ideas poco claras. Son personas con las
que compartir las
puertas abiertas de
nuestra esencia. Si todavía uno cree que no hay más remedio que
gritar con exigencia para ejercer un poder con amenaza de condena,
recuerde que un programa de tal naturaleza no es algo que uno
necesite para pedir respeto o lograr que los demás hagan bien las
cosas, sino que se trata de un estilo, a menudo aprendido en la
familia de origen y no suficientemente observado en su propia
persona. Recordemos que hay otros caminos más flexibles y, en la
mayoría de los casos, de mayor liderazgo y eficacia.
Vivimos un tiempo
histórico en el que somos testigos de uno de los cambios más
increíbles de la
vida sobre el
Planeta. Asistimos, no sin asombro, a la apertura de miles de
crisálidas humanas que
nacen a un más
amplio nivel de consciencia. Se trata de un salto evolutivo por el
que el Homo
Sapiens deviene Homo
Lucens y por el que el “pequeño yo” se expande, integrando todo
lo que antes
era “lo otro” y
ahora, simplemente, es corriente de consciencia. Ante esta mutación
silenciosa que, sucediendo de “uno en uno”, viene acompañada de
perturbación y crisis, uno sabe que el miedo al cambio es tan sólo
apego y memoria. En realidad, conviene soltar y fluir como lo hace el
río que resbala con sus aguas, recordando que cuando cerramos una
puerta, el Universo no tarda en abrir otra más amplia. Uno es
testigo que observa ecuánime cómo la vieja persona queda atrás,
mientras emerge la nueva sutileza.
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