Realismo Socialista

La dirección hacia una finalidad pertenece a la naturaleza del hombre. Alargo la mano con la finalidad de recibir dinero; voy al cine para pasar un rato con una muchacha agradable; escribo una novela para ser famoso. Cada uno de mis movimientos y de mis actos conscientes es intencional. Esta característica del hombre se traduce en una incesante actividad. Reformamos cl mundo a nuestra imagen, hacemos de la naturaleza una cosa. Las ríos, que no saben para qué corren, se convierten en vías de comunicación, los árboles, que no saben para qué crecen, se convierten en papeles llenos de instrucciones.

En la historia hay períodos en los que la presencia del fin último es evidente. El impulso hacia Dios domina todas las pequeñas pasiones y Él empieza a atraer a toda la humanidad hacia sí. Así se ha originado la cultura del cristianismo que ha concebido la finalidad uizás en su aspecto más inalcanzable. Luego la época del individualismo l a proclamado la libertad de la persona y ha empezado a reverenciar esta libertad como finalidad. Con ayuda del Renacimiento, del Humanismo, del super-hombre, de la Democracia. de ROBESPIERRE v de otras muchas oraciones. Hoy vivimos en la
era de una nueva creencia, en la era del Socialismo.

Nos faltan palabras para poder hablar del Comunismo. No podemos con tanta admiración. Para describir el esplendor v la magnificencia que nos espera utilizamos en general imágenes negativas; En el mundo del Comunismo no habrá ricos ni pobres, ni dinero, ni guerras, ni cárceles, ni
fronteras, ni enfermedades y quizás incluso ni muerte. Cada cual comerá y trabajará tanto como se le antoje, y el trabajo reportará alegría en lugar de sufrimiento. Haremos los retretes de oro, prometió LENÍN ... Pero, ¡por Dios!,
y los verdugos tiernos como madres.

El individualista liberal del bloque occidental o el escéptico intelectual ruso sc encuentran frente al socialismo más o menos en la misma situación como el patricio romano, educado y sagaz, se encontraba frente al cristianismo victorioso. Éste calificaba la nueva creencia en un Dios crucificado de
bárbara e ingenua, se burlaba de los locos que adoraban la cruz - la guillotina romana- y consideraba una estupidez la doctrina de la Trinidad, de la lnmaculada Concepción, de la Resurrección, etc. Pero aducir cualquier argumento convincente contra el ideal de Cristo, estaba más allá de sus f'uerzas. Es cierto que podía afirmar que los mejores puntos del código moral del cristianismo fueron tomados de PLATÓN (también los cristianos de hoy día dicen a veces que los comunistas han sacado su noble fin del Evangelio) (pero podía explicar el patricio romano que un Dios concebido como amor y Bien fuera algo malo o monstruoso? Y (podemos nosotros decir que la felicidad de todos, tal como nos la promete el futuro comunista sea un mal?

El mundo de la sociedad primitiva fue necesario para que de ella surgiera la esclavitud; la esclavitud fue necesaria para que apareciera el feudalismo; éste a su vez fue necesario para que surgiera el capitalismo; se necesitaba el capitalismo para ue llegara el comunismo. ¡Esto es todo! Se ha alcanzado la gran meta, se a coronado la pirámide, se ha terminado la historia. Es imposible que una fe auténtica
sea compatible con la tolerancia, así como tampoco lo es con el historicismo, . es decir, con la tolerancia frente al pasado. Por cierto los marxistas se llaman a sí mismos materialistas históricos, no obstante su historicidad consiste únicamente en el intento de concebir la existencia en su movimiento hacia el comunismo. Les tienen sin cuidado las demás tendencias.
Si preguntamos a un hombre del bloque occidental por qué fue necesana la gran Revolución Francesa, nos da diversas respuestas. Unos dicen que fue necesaria para salvar la nación francesa, otros que para precipitar la nación a una vorágine de experiencias y pruebas, otros más que para propagar en el mundo entero los admirables principios de libertad, igualdad y fraternidad, y otros finalmente, que la Revolución Francesa no fue necesaria. Pero si preguntáis a cualquier escolar soviético (para no hablar de una persona culta) obtendréis una respuesta concisa y exhaustiva: la Revolución Francesa fue necesaria para abrir el camino al comunismo. Sin sentirlo nos hemos liberado de la fe en el otro mundo, del amor al prójimo, de la libertad de la persona y de otros estúpidos prejuicios que tan miserables resultan al lado del ideal que nos hemos propuesto. En nombre de esta nueva religión miles de per-
sonas han sacrificado sus vidas por la Revolución, miles de grandes mártires cuyos sufrimientos, constancia y santidad han eclipsado la heroicidad de los primeros cristianos.


Con hierros candentes los aristócratas
han marcado' estrellas de cinco puntas
en nuestras espaldas.
Las tropas de Mamontov
nos han hundido en la tierra
hasta el cuello.
En las calderas de las locomotora
nos han quemado los japoneses.
¡Abjurad!, vociferaban.
Pero con las gargantas quemadas
todavía hemos exclamado a gritos:
¡Viva el comunismo!
MAIAKOVSK

Es muy bonito ser bueno, tomar té con mermelada, cultivar flores, amar, no oponer resistencia al mal, ser humilde y filántropo. Pero, (a quién han salvado, qué han cambiado en el mundo estos púdicos ancianos y viejas mujeres, que el humanismo ha convertido en egoístas, que moneda tras moneda se han procurado una conciencia tranquila, asegurándose a la vez un incontrito en el asilo del otro mundo? Nosotros, por el contrario, no hemos buscado únicamente nuestra propia salvación, sino la de toda la humanidad. E n lugar de gemidos sentimentales, esfuerzos individuales de perfección y actos de beneficencia en favor de los que mueren de hambre, nosotros hemos empezado a mejorar el mundo según el modelo más excelso que ha existido jamás: la meta luminosa que está por llegar. Para que las cárceles desaparezcan por completo, hemos construido nuevas cárceles. Para que se supriman las fronteras entre los países, nos hemos cercado con una muralla china. Para que el trabajo en el porvenir sea motivo de recreo y regocijo, hemos inventado los trabajos forzados.



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