Cinco Armas
Entró en el bosque
y cuando llegó al centro el ogro se le apareció. El ogro había
aumentado su estatura a la altura de una palmera; se había creado
una cabeza tan grande como una casa de verano con un pináculo en
forma de campana, unos ojos como cestos de limosna, dos colmillos
como
bulbos o capullos
gigantes; un pico de halcón; la barriga estaba llena de ronchas y
las manos
y los pies eran
verde oscuro. “¿Dónde vas? —le preguntó— ¡Detente! ¡Eres
mi presa!”
El príncipe Cinco
Armas contestó sin temor y con gran confianza en las artes y tretas
que había aprendido. “Ogro —dijo—, sabía a lo que me exponía
cuando entré en este bosque. Harías bien en cuidarte de atacarme,
porque atravesaré tu carne con una flecha mojada en veneno y te haré
caer en tus huellas”. Habiendo amenazado así al ogro, el joven
príncipe puso en su arco una flecha mojada
en veneno mortal y
la disparó. Cayó en los cabellos del ogro. Luego disparó una
detrás de la
otra, cincuenta
flechas. Todas se pegaron en los cabellos del ogro. El ogro se
sacudió cada
una de las flechas,
que cayeron a sus pies, y se aproximó al joven príncipe.
El príncipe Cinco
Armas amenazó al ogro por segunda vez y levantando su espada,
le dio un golpe
maestro. La espada, que tenía treinta y tres pulgadas de largo, se
pegó a los
cabellos de ogro.
Entonces el príncipe quiso atravesarlo con una lanza, que también
se pegó a
sus cabellos; al ver
que la lanza se había pegado, lo golpeó con un garrote, que también
se
pegó a sus
cabellos.
Cuando vio que el
garrote se había pegado, le dijo: “Señor ogro, nunca habéis oído
hablar de mí. Soy
el príncipe Cinco Armas. Cuando entré en este bosque infestado por
vos,
no pensaba en arcos
ni en armas parecidas; cuando entré en este bosque, pensaba sólo en
mí
mismo. Ahora voy a
golpearos y a convertiros en polvo.” Habiendo dado a conocer su
determinación y
dando un alarido, golpeó al ogro con su mano derecha. La mano se
pegó a
los cabellos del
ogro. Lo golpeó con la mano izquierda. También se le pegó. Lo
mismo
sucedió a su pie
derecho. Lo golpeó con su pie izquierdo. También se le pegó.
Pensó: “Le
golpearé con mi
cabeza y se ha de convertir en polvo.” Lo golpeó con la cabeza. Y
también se
le pegó en el
cabello del ogro. El príncipe Cinco Armas falló cinco veces, se
pegó en cinco lugares y colgaba del cuerpo del ogro. Con todo eso,
no estaba atemorizado; entretanto, el ogro pensó: “Éste es un
hombre león, un caballero de noble nacimiento... no [86] un simple
hombre. Porque aunque
ha sido atrapado por
un ogro como yo, no parece temblar ni estremecerse. En el tiempo que
he cuidado de este
camino, no he visto ningún hombre que lo iguale. ¿Por qué no
tendrá
miedo?” Sin
atreverse a comérselo, le preguntó: “Joven, ¿por qué no tienes
miedo? ¿Por qué no estás aterrorizado con el miedo a la muerte?”
“Ogro, ¿por qué
habría yo de tener miedo? Si se tiene una vida, es absolutamente
seguro que se tendrá
una muerte. Es más, tengo en el vientre un trueno. Si me comes, no
podrás digerir esa
arma. Te romperé por dentro en pedazos y fragmentos que han de
matarte. En ese
caso, ambos pereceremos. ¡Por eso no tengo miedo!”
El lector debe saber
que el príncipe Cinco Armas se refería al Arma del Conocimiento
que estaba dentro de
él.
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