Raza y naturaleza humana
La raza como
«construcción social»
En julio de 1984, una
reina de belleza de nombre Vanessa Williams renunció a su
título como Miss
América cuando la revista Penthouse publicó unas fotos de ella
desnuda. Esto causó
cierta consternación en Norte y Sur América, pero no, me
atrevería a decir,
por las mismas razones precisamente. La gente de ambas regiones
se mostró alarmada
sin duda porque la perla de la feminidad estadounidense hubiera
estado involucrada con
una publicación como Penthouse. Algo típico en los EE.UU.,
sin embargo, fue la
consternación por el hecho de que Miss Estados Unidos, una
mujer negra, fuera
mostrada haciendo pareja con una persona blanca. El incidente,
según lo expresó un
periodista, puso «al descubierto las neurosis del país» sobre las
relaciones sexuales
entre negros y blancos. Incluso se mencionó la palabra
«mestizaje», pese a
que su pareja era otra mujer (The Guardian, 24 de julio, 1984).
A un latinoamericano
le habría parecido absurda dicha alarma. Ello no se debe
a la ausencia de
discriminación racial y prejuicios, como nos lo haría creer el
popular mito de una
«democracia racial» latinoamericana, ni porque las relaciones
sexuales entre blancos
y negros estén siempre libres de estigma en la región. Más
bien porque, a los
ojos de los latinoamericanos, Vanessa Williams ni remotamente
habría sido
clasificable como «negra». Tenía la piel de color aceituna y
cabello
largo y ondulado. Solo
en sus rasgos faciales podían los latinoamericanos detectar
un indicio de su
ascendencia africana.
Esta es una buena
muestra de lo que hace tiempo afirman la mayoría de los
científicos sociales:
que las «razas» son construcciones sociales. Una «raza» no es
definible en términos
biológicos; es producto de procesos sociales. Una persona
con determinada
biología puede identificarse, en términos raciales, en formas
muy diferentes,
dependiendo del contexto social e histórico en el que viva. En los
Estados Unidos, hay
una diferencia relativamente clara entre «negro» y «blanco».
Por tradición, según
lo que se ha denominado la «norma de la única gota», las
personas con «una
gota» de «sangre» africana en las venas son clasificables como
negras. De hecho, la
situación fue históricamente más compleja de lo que este
simple dualismo
indica, y lo sigue siendo, pero será suficiente para los fines de
este
contraste ilustrativo.
En Latinoamérica, ciertamente existe la categoría «negro»
(a menudo llamado
«negro» en español y «negro» o «preto» en portugués), pero
por lo general solo se
les asigna a personas de ascendencia africana muy evidente.
Diferentes términos
que denotan la mezcla se usan para la mayoría de personas
que caen en la
categoría intermedia de quienes suelen considerarse negros, blancos
o indígenas. Este
contraste entre EE.UU. y Latinoamérica tiene raíz en complejos
procesos históricos
ligados a las formas distintas en que fueron colonizados estos
territorios por
ingleses e ibéricos.
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