Hércules Versión de James Baldwin
Cuando Hércules era
un joven de delicado rostro que tenía la vida por delante, salió
una mañana para
cumplir con un encargo de su padrastro. Pero su corazón estaba lleno
de
amargos
pensamientos, y mascullaba porque otros que no eran mejores que él
vivían en la
molicie y el placer,
mientras que él sólo tenía una vida de trabajo y dolor.
Mientras pensaba en
ello, llegó a un lugar donde se cruzaban dos caminos, y se
detuvo, sin saber
cuál tomar.
El camino de la
derecha era accidentado y tosco. No tenía belleza, pero Hércules
vio
que conducía
directamente hacia las azules montañas de la lejanía.
El camino de la
izquierda era ancho y liso, y a ambos lados tenía árboles donde
cantaba un coro de
aves, y serpeaba entre verdes vegas donde florecía un sinfín de
flores.
Pero terminaba en la
niebla y la bruma, sin llegar a las maravillosas y azules montañas.
Mientras el joven
meditaba su decisión, vio que dos bellas mujeres se le acercaban,
cada cual por un
camino. La que venía por el camino florido llegó primero, y
Hércules vio
que era hermosa como
un día de verano.
Tenía mejillas
rozagantes y ojos resplandecientes, y hablaba con palabras cálidas y
persuasivas.
-Oh noble joven
-dijo-, no te sometas más al trabajo y los esfuerzos. Sígueme y te
conduciré por
sendas amenas donde no hay tormentas que te perturben ni problemas
que te
fastidien. Vivirás
cómodamente, en una ronda incesante de música y alegría, y no te
faltará
nada que alegre la
vida, ni chispeante vino, ni mullidos divanes, ni ricas túnicas, ni
los
adoradores ojos de
bellas doncellas. Ven conmigo, y la vida será como una ensoñación.
Para entonces la
otra mujer se había acercado, y también le habló.
-No tengo nada que
prometerte -dijo-, salvo aquello que ganarás con tu propia
fuerza. El camino
por el cual te conduciré es desparejo y escabroso, y trepa por
muchas
colinas, y desciende
en muchos valles y marismas. Los paisajes que verás desde las cimas
a
veces serán
majestuosos e imponentes, pero los profundos valles son oscuros, y el
ascenso
desde ellos es
trabajoso. No obstante, ese camino conduce hasta las azules montañas
de
inmortal fama, las
cuales ves en lontananza. No puedes llegar a ellas sin esfuerzo; más
aún,
no hay nada que
valga la pena tener que no se deba ganar mediante el trabajo. Si
deseas
frutos y flores,
debes plantarlos y cuidarlos; si deseas el amor de tu prójimo, debes
amarlo y
sufrir por él; si
deseas gozar del favor del cielo, debes hacerte digno de él, si
ansías la fama
eterna, no debes
desdeñar el duro camino que a ella conduce.Hércules vio que esa
dama, aunque era tan bella como la otra, tenía un semblante
puro y gentil, como
el cielo en una cálida mañana de mayo.
-¿Cómo te llamas?
-preguntó.
-Algunos me llaman
Trabajo -respondió ella-, pero otros me llaman Virtud.
Hércules se volvió
hacia la primera dama.
-¿Y cuál es tu
nombre? -preguntó.
-Algunos me llaman
Placer -dijo- ella, con una sonrisa seductora-, pero
prefiero hacerme
llamar la Alegre y Dichosa.
-Virtud -dijo
Hércules-, te escojo como guía. Mío será el camino del trabajo y
el
esfuerzo, y mi
corazón ya no albergará amargura ni descontento.
Y apoyó su mano en
la mano de Virtud, y entró con ella en el recto y temible
camino que conduce a
las bellas montañas azules del pálido y lejano horizonte.
Versión de James
Baldwin
Comentarios
Publicar un comentario