Abandonada

A Vicente Gerbasi y Augusto Payares
Ay, que no tengo un patio para asolearme,
que no tengo cuarto,
que no tengo ni una ventana;
yo que tenía tantos patios como limones,
tantos naranjos,
tantos zapotales;
que era rico, que tenía animales en casa,
que me acostaba en el café y me reía y me ponía rojo de reír
y me estaba bajo las matas oliendo el monte,
pero ya se me fue, ya me quedé solito,
ya el sol me dijo que no.
—¿Y qué vas a hacer ahora?—me dijeron los gallos—,
ya nosotros nos vamos, ya te dejamos,
aquí no nos vamos a estar.
Voltié de la cama y miré
y me dijo la cama que se iba,
y quedé en el suelo y me dijo el suelo: —Me voy,
y quedé en el aire
y me dijo el aire: —No te sostengo,
y me quedé en los naranjos y los naranjos me dijeron:
—Nosotros nos vamos.
Yo que tenía tanta luz,
yo que me vestía con lunas
y tenía la fuerza de mi nuca.
Una vez me vi en las montañas como piedra encendida
y tenía coraje y vigor,
ay, que me metí en la niebla, que estoy apagado:
—Qué se me hicieron las casitas,
qué se me hicieron?
Yo tenía tanto ganado que se veía
como un pueblo
cuando llegaba,
y se veían montes en el polvo
y se entusiasmaban los días, y era que tenía
tantas casas que cada sueño lo vivía en una y no se me acababan.
Hasta que me fuera dejando
y fue esa luna roja, esa piedra negra,
esa rosa que me venía iluminando, iluminando.

Ramón Palomares (venezolano; 1935)

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