Réquiem por la Policía Metropolitana

Ernesto Villegas Poljak
A la PM le quedan menos de tres meses de vida. Lo anunció en estos días, con otras palabras, por supuesto, el comisario Luis Fernández, director de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), cuerpo que está absorbiendo a aquellos “azulejos” [PM] que pasen estrictos exámenes y cumplan con el perfil exigido para formar parte del nuevo modelo policial venezolano. Lo confirmó, al día siguiente, el comisario Carlos Meza, director de la PM, quien recordó que la desaparición de ese organismo está prevista en la ley, aunque del día exacto de la cesación de funciones aún no se le había notificado oficialmente. Para ese momento, todas las sedes y equipos de la PM habrán pasado a manos de la PNB.
Del destino de los “pe-emes” que no pasen la prueba ni reúnan los requisitos, se ocupará una junta liquidadora. Pagar sus prestaciones con prontitud y ofrecerles oportunidades de crédito, trabajo o estudio en otras áreas no sólo sería un acto de justicia y humanidad, sino también de conveniencia social, como en cualquier país donde grupos de hombres en armas terminan desmovilizados. Sea cual sea, el último día de la PM marcará un punto de inflexión en la lucha contra la criminalidad.
Lamentablemente y a pesar de que a lo largo de su historia muchos funcionarios fueron ejemplo de arrojo y honestidad en el ejercicio de sus funciones, al punto de ofrendar sus vidas en nombre del deber, la imbricación de esta policía con la criminalidad se hizo incontrolable por la propia institución, de modo que no hubo más remedio que acordar su desaparición como paso indispensable para replantear la manera de concebir y ejercer la función policial en Venezuela.
Vaya paradoja: un Gobierno presidido por un militar al que se acusa de dictador convocó a académicos y defensores de los DDHH para participar del diseño e implantación del nuevo modelo policial. En lugar de López Sisco y Posada Carriles [responsables de varias masacres], gente como Antonio González y Pablo Fernández, de la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz, son profesores de la novísima Universidad de la Seguridad, que formará al personal de la PNB. Este 18 de octubre de 2010 inicia clases con mil 500 alumnos provenientes de la PM y el Vivex.
La PNB no sólo exige un perfil que excluya las personalidades propensas a la violencia, la arbitrariedad y la corrupción. Los funcionarios provenientes de la PM y otros cuerpos se encuentran allí con una estricta normativa diseñada entre defensores de DDHH, víctimas de abuso policial y funcionarios ganados a la superación de los vicios propios de las instituciones policiales donde ellos mismos han trabajado, de modo que las conocen muy bien desde dentro.
Así es que, por ejemplo, los integrantes de la PNB tienen prohibido utilizar su uniforme mientras no están en servicio, con lo cual les será imposible, como hoy sucede con la PM, hacer las veces de vigilantes privados de negocios legales o ilegales en el “tiempo libre’ Cada uno de ellos, además, tiene asignado su respectivo armamento, de modo que tampoco podrá darse el tristemente célebre “alquiler” del arma de reglamento a elementos del hampa común. La desregulación de la función policial deja, pues, de ser la norma.
Por lo demás, un salario decente dificultará el pretexto de la baja remuneración para aquellos que, escudándose en ésta, sucumban a la tentación de corromperse.
El abogado Ignacio Ramírez suele llamar la atención sobre el hecho de que (cada vez que hay elecciones y las policías permanecen acuarteladas, la ocurrencia de delitos disminuye práctica mente a cero.
¿Morirá con la PM el viejo modelo policial? Claro que no. Las desviaciones y vicios no son exclusivos de esa policía. Están extendidas en la generalidad de los cuerpos policiales, nuevos, viejos, nacionales, estadales y municipales. Pero por algún lado había que comenzar. Esperemos, a la luz de los hechos en Ecuador, que nadie trate de pescar en río revuelto.

Quinto Día, 15 al 22 de octubre 2010.

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