Hoy llega la Monalisa
Y la esperaré
aquí, sentada, mientras de mi mente brotan estas palabras hechas de signos, oportunidades
permutadas del tablero y la
reconstrucción constante de mi memoria. A mi madre no le gustaban los obesos,
tenía caprichos al respecto, cada vez
que había ocasión lanzaba un improperio:
“Todo gordo es mentiroso”.
Lo que llegué a considerar “frases lapidarias” pasaron a ser sordinas y ahora son membrana
quejumbrosa, bramidos tupidos y falsas maniobras. Nada se olvida, todo queda
registrado en ese minúsculo despropósito que encandila, ese cúmulo de
posibilidades. Cada palabra y cada gesto, impresiona la nada, duplicando el
número de tendencias que aumenta el
mundo. Cada conciencia tiene una nueva oportunidad. El queso número 366.
Como “frase lapidaria” entiendo un juicio, una
sentencia, una condicio
sine qua non:
“En la vida hay que ser auténtica”..Concepto, amalgama de difícil disolución. ”Es
más fácil quitarse un pedazo de piel que un prejuicio.” Obstáculo
invisible. Ambición. La sordina, abre el
laberinto y retarda el acceso. Niebla,
puertas, calles, encrucijadas, tránsito
entre lo falso y el simulacro. Y la Luz al final del túnel.
Perfeccionarse espiritualmente es conocerse mejor,
es la actualización de la pro actividad escrita por los siete sabios en el
frontispicio del templo de Delfos: ”Conócete
a ti mismo”. La sabiduría de Occidente comienza, en su vertiente
filosófica, con este pensamiento, intentando alejarse de adivinanzas y
supersticiones.
La Biblia lo dice: “si tú no te
conoces, seguirá el camino del rebaño”.
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