BELLAS ARTES
Eran las once de la mañana, la luz, una fiesta sobre
la altísima torre Norte. Dentro alguien dice:
-No queremos sus teléfonos o cámaras, sólo queremos
su dinero.
El hombre, de un metro ochenta, habla desde la
puerta. De un brinco una joven se levanta de su asiento, pasa bajo el brazo del
maleante e intenta bajar del transporte en movimiento.
Desde atrás:
-Déjala bajar, es capaz de lanzarse y no queremos que se haga
daño.
El chofer, indiferente a lo que ocurre, sigue
luchando contra el tráfico, frena y
acelera nerviosamente. La joven, lo
intenta, pero no se atreve a lanzarse.
Discretamente guardo la cámara.
Los pasajeros, sin sorpresa, sacan monedas y
billetes de baja denominación que entregan a los representantes de esta modalidad asalto mendicante. Observo la
situación: dar o no dar, es el dilema.
La joven finalmente sincroniza su miedo con el del
chofer y en un toque de freno se lanza al asfalto y huye.
Entrego un bolívar a las fieras.
-Pendeja, casi se mata, nosotros no queremos hacerles
daño, solo queremos dinero.
La bestia continúa obstruyendo el paso, mientras el
contrahecho toma la limosna exigida.
El chofer frena y bajan sin dificultad, luego
agrega.
-El otro día alguien dijo que yo soy cómplice, que
estoy de acuerdo con ellos.
Silencio.
-Es más fácil estar de parte de los violentos que de
los inocentes.
El viejo chofer, cabeza de nube, continúa por sus
fueros.
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