liberen a Marìa
Si fuéramos algo más cautos, un poco
más desconfiados, investigaríamos el origen
de hechos y costumbres que damos por
buenos sólo porque nos han acostumbrado a
ellos desde niños, indagaríamos sobre
el origen de la clase política antes de votarles o,
mejor aún, exigiríamos que nos
consultaran antes de hacer las leyes que van a
condicionar nuestra vida: averiguaríamos
cual fue el verdadero origen de cada guerra, el
de cada religión, y llegaríamos posiblemente a exigir que se nos
permitiera gobernar
nuestra vida social, que diera la democracia un paso más, como ha hecho a lo largo de la
historia, exigiendo que se nos permitiera votar, mediante sistemas informáticos, las
leyes más importantes que nos gobiernan: declaraciones de guerra, presupuestos,
sueldos de los políticos, privilegios de la banca, etc.: media hora a la semana sería
suficiente. Tendríamos así en nuestras manos las herramientas necesarias para mejorar
el mundo con una efectividad que nos asombraría.
No
debemos olvidar a un colectivo que apoyó en todo momento y con todos
los medios
a
su alcance la prohibición del cáñamo: la mafia americana, con
todas sus diferentes
ramas.
La razón no era otra que, tras haberse enriquecido desmesuradamente
gracias a
la
Ley Seca que prohibió el alcohol una década antes, quería una
nueva materia ilegal
que
diera lugar a un boyante mercado negro, como sucede siempre que se
prohibe una
sustancia.
El rotundo fracaso que había supuesto la Ley Seca, dejando a su paso
cientos
de
muertos y 200.000 ciegos por beber alcohol adulterado, no fue lección
suficiente
para
que la sociedad americana no cayera nuevamente en la trampa de un
negocio muy
dañino
socialmente, pero al mismo tiempo muy lucrativo para una minoría
codiciosa y sin escrúpulos.
Los
nefastos resultados sociales que tal prohibicion ha tenido es
conocido de todos,
muriendo
a diario decenas de personas en el mundo como resultado de la misma,
mientras
las mafias de todo el mundo y las empresas farmacéuticas continuan
haciendo
de
esta tragedia social su sangriento negocio
Los
enormes gastos de su prohibición y las consecuencias negativas de la
misma las
pagamos
todos los ciudadanos con nuestros impuestos, mientras algunas
empresas
farmacéuticas,
como Eli Lilly, de la que fue director George Bush padre, tienen el
multimillonario
negocio de las patentes por la producción sintética de los
principios
activos
del cáñamo, principios que forman parte fundamental de muchas
medicinas.
Este
negocio se vendría abajo si esos compuestos químicos se obtuvieran
de forma
natural
de la planta en vez de sintetizarlos.
Pero
somos ingenuos, absurdamente incautos, y a pesar de que hoy día
tenemos todos
estos
datos a nuestra disposición, sigue pesando más sobre todas las
sociedades del
mundo
el engaño a que sometieron a nuestros abuelos un grupo de
sinvergüenzas
codiciosos
hace apenas ocho décadas.
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