Volver a a democracia
Volver a la democracia
En la democracia en la que nací y crecí, como un árbol de madera fina bien plantado, mi madre me expuso y nutrió de autenticidad como si de sol y agua se tratase, lo que eventualmente floreció en forma de arte y como artista, algunas veces, las menos, pasé trabajo, pero nunca hambre. No me refiero a no comer en absoluto o comer lo necesario, sino a no comer lo que apetece y mucho menos en abundancia. Y aunque mi madre era una mujer trabajadora con cuatro hijos: Tuve televisión a color antes que todos mis vecinos y jugué Atari con ellos.
No todo era coser y cantar, el 12 de diciembre de 1990, Daniel Salas, entonces director de la Escuela de Artes de la UCV, me escribió: “Me es muy grato saludarle y expresarle mi mas sincera felicitación por el muy merecido premio al que se hizo acreedora en el I Concurso Literario Estudiantil. La Policía Metropolitana me impidió el acceso a la ciudad universitaria cuando me dirigía a ella con el propósito a disfrutar con usted esta distinción.”. Mientras estudie, religiosamente, cada jueves hubo enfrentamiento entre las fuerzas del estado y estudiantes que exigían justicia. Y es que el derecho a la libertad, a la diferencia, en Venezuela se respira: cada uno para si y Dios con todos, desde que salimos de la caverna llamada nacer y mientras vaya viniendo vamos viendo. Hugo Chávez fue el aglutinante que permitió que un gran número de excluidos ampliara nuestra democracia, mejorándola, volviéndola paritaria, participativa y protagónica; y mientras el vivió danzamos, cada uno a su aire, en el escenario de la humanidad, pues el gran sacrificado de la historia ha sido la persona. Y Hugo Chávez, con la suya arrolladora, estimuló a muchos, más allá del continente, a expresar con alegría el ser particular con el que Dios se esmera en crearnos. Ni siquiera dos hojas de un mismo árbol son iguales. Volvamos a la democracia.
Quien mira para adentro despierta, quien mira, únicamente, para afuera padece esta pesadilla totalitaria que parece eterna como el Reich de los mil años.
Especialmente a los jóvenes les digo: Nunca tuve miedo a comer almas (el miedo es realmente el único virus temible) porque todas las neveras que abrí, própias y ajenas, siempre estuvieron repletas: lxs venezolanos democráticos conocidos por su generosidad , y por señalar con la boca, terminaban botando, por lo menos, vegetales descompuestos.
Los que tienen menos de 25, no conocen otra forma de relación más que el ojo por ojo y diente por diente, que amenaza nuevamente con llevarnos a la guerra, que no es mas que una ceguera que aniquila todo, seres y cosas de personas que no se conocen en nombre de bienes y personas que si se conocen pero no se destruyen.
Para volver a la democracia sólo debemos poner nuestra voluntad en función de resolver junto a nuestros vecinos nuestros problemas comunes, mientras, al mismo tiempo y a su vez, respetamos estrictamente su derecho a la diferencia. Mitad y mitad es suficiente.
En la democracia en la que nací y crecí, como un árbol de madera fina bien plantado, mi madre me expuso y nutrió de autenticidad como si de sol y agua se tratase, lo que eventualmente floreció en forma de arte y como artista, algunas veces, las menos, pasé trabajo, pero nunca hambre. No me refiero a no comer en absoluto o comer lo necesario, sino a no comer lo que apetece y mucho menos en abundancia. Y aunque mi madre era una mujer trabajadora con cuatro hijos: Tuve televisión a color antes que todos mis vecinos y jugué Atari con ellos.
No todo era coser y cantar, el 12 de diciembre de 1990, Daniel Salas, entonces director de la Escuela de Artes de la UCV, me escribió: “Me es muy grato saludarle y expresarle mi mas sincera felicitación por el muy merecido premio al que se hizo acreedora en el I Concurso Literario Estudiantil. La Policía Metropolitana me impidió el acceso a la ciudad universitaria cuando me dirigía a ella con el propósito a disfrutar con usted esta distinción.”. Mientras estudie, religiosamente, cada jueves hubo enfrentamiento entre las fuerzas del estado y estudiantes que exigían justicia. Y es que el derecho a la libertad, a la diferencia, en Venezuela se respira: cada uno para si y Dios con todos, desde que salimos de la caverna llamada nacer y mientras vaya viniendo vamos viendo. Hugo Chávez fue el aglutinante que permitió que un gran número de excluidos ampliara nuestra democracia, mejorándola, volviéndola paritaria, participativa y protagónica; y mientras el vivió danzamos, cada uno a su aire, en el escenario de la humanidad, pues el gran sacrificado de la historia ha sido la persona. Y Hugo Chávez, con la suya arrolladora, estimuló a muchos, más allá del continente, a expresar con alegría el ser particular con el que Dios se esmera en crearnos. Ni siquiera dos hojas de un mismo árbol son iguales. Volvamos a la democracia.
Quien mira para adentro despierta, quien mira, únicamente, para afuera padece esta pesadilla totalitaria que parece eterna como el Reich de los mil años.
Especialmente a los jóvenes les digo: Nunca tuve miedo a comer almas (el miedo es realmente el único virus temible) porque todas las neveras que abrí, própias y ajenas, siempre estuvieron repletas: lxs venezolanos democráticos conocidos por su generosidad , y por señalar con la boca, terminaban botando, por lo menos, vegetales descompuestos.
Los que tienen menos de 25, no conocen otra forma de relación más que el ojo por ojo y diente por diente, que amenaza nuevamente con llevarnos a la guerra, que no es mas que una ceguera que aniquila todo, seres y cosas de personas que no se conocen en nombre de bienes y personas que si se conocen pero no se destruyen.
Para volver a la democracia sólo debemos poner nuestra voluntad en función de resolver junto a nuestros vecinos nuestros problemas comunes, mientras, al mismo tiempo y a su vez, respetamos estrictamente su derecho a la diferencia. Mitad y mitad es suficiente.
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