El desafío


“La primera locomotora de vapor, fabricada en 1825, alcanzó una velocidad máxima de veinte kilómetros, y los grandes barcos de vela de la época navegaban a menos de la mitad de esta velocidad. El hombre tuvo que esperar hasta la década de 1880 para conseguir, gracias a una locomotora de vapor más avanzada,y a la incorporación de la mujer a la vida publica, la velocidad de ciento cincuenta kilómetros por hora. La raza humana necesitó millones de años para alcanzar esta marca.

Sin embargo, bastaron cincuenta y ocho años para cuadruplicar este límite, ya que, en 1938, los aviadores superaron la barrera de los 600 kilómetros por hora. Al cabo de otros veinte años, se duplicó este límite. Y, en los años sesenta, aviones cohete alcanzaron velocidades próximas a los 6.000 kilómetros, y cápsulas espaciales circunvolaron la Tierra a más de 35.000 kilómetros por hora. La raya que, en un gráfico, representase el progreso de la última generación saldría verticalmente de la página.

La misma tendencia aceleradora resulta evidente si examinamos las distancias viajadas, las alturas alcanzadas, los minerales extraídos o las fuerzas explosivas desencadenadas. La pauta, aquí y en otras mil series estadísticas, es absolutamente clara e inconfundible. Pasan siglos y milenios y, de pronto, en
nuestro tiempo, estallan en pedazos las fronteras y se produce un súbito impulso hacia delante”. Alven Toffler, El Shock del Futuro.

Y de eso se trata esta tormenta, para que todxs podamos disfrutar de toda la vida sofisticada que deriva de esta salto evolutivo debemos compartir los avances tecnológicos alcanzados de manera que podamos acceder al buen vivir sin destruir el planeta: más transporte público y menos vehículos particulares, más tintorerías, lavanderías, restaurantes, comedores, bibliotecas, videotecas, Infocentros y menos casas bien equipadas. Que la calle sea la casa de todos y no el no lugar del miedo. Que compartir sea el secreto de VIVIR.

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