Oración por la liberación del patriarcado

Ved a estos altos simios de pelambre rubia, de cenicientas crines, de grisosas lanas e indecente trasero que ostenta la desolladura azulosa y lívida de las grandes heridas; vedlos pululando en torno vuestro, tratando de imitar el lenguaje humano con sus breves ladridos y sus horrendos balbuceos pueriles; mendigando, robando o exigiendo toda cosa; infatigables en la actividad codiciosa de sus largos dedos astutos, de sus engarfiadas uñas y de las rosadas palmas de sus manitas siempre aptas para convertir los votos depositados en las urnas en billetes depreciados para usura de los humildes, beneficio de los poderosos y cuantiosa comisión de los intermediarios prestímanos.

Ved a esa despreciable horda que pretende asemejarse al hombre, a nuestra condición. La horda que diezma las cosechas logradas con tan largo jadeo y tal angustia. La horda que casca con sus pequeños dientes aguzados y rechinantes el cacahuete del Erario. La horda que, después del ávido expolio, se diputa a sí misma para ir a chillar y gesticular bajo las cúpulas de los Templos y sobre las terrazas de los Palacios.

Ved a esos grandes monos hediondos a sudor de codicia, a orín de consentido vasallaje, tratando de treparse al árbol genealógico del hombre para triturar en sus más altas ramas, lo mismo que aquí, sobre las escalinatas y entre vosotros, las nueces que les tributa el creyente y mondar las frutas que el creyente les ofrece.

Ved que ni siquiera son la imagen un dios arbitrario, ni el portentoso híbrido de magia y realidad, ni tampoco los cancilleres de vuestra voluntad incierta. Sino apenas la caricatura del ser humano; los ridículos apoderados que lograron de vosotros mismos las cartas credenciales que les abriesen las artesonadas salas del Consejo, las yertas curules del Congreso, las secretas Cámaras Episcopales, los tufosos Cuartos de Banderas para llevar a ellos el yermo testimonio de las promesas incumplidas, los sucios papeles de las componendas clandestinas, la jadeante amenaza de las leyes represivas, el vitriolo de los impuestos y, desde luego, sus propias momias de irrisorios próceres.

El sueño de las escalinatas

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