Para comprar
alimento debo ir hasta Valera. Bajar caminando me toma unos 45
minutos pero regresar cuesta arriba con la carga, ni pensarlo. La
dificultad radica en el pago del transporte público, todavía en
efectivo. De camino a la parada paso por el negocio de un conocido
usurero y lo encuentro en la puerta discutiendo. Diez hombres
enfrentados, tres del lado del cicatero, grande y fuerte, más graso
que grueso y el resto de contextura criolla. El argumento del obeso
es gastronómico, por supuesto, que si antes él desayunaba arepas
con chicharrón y queso guayanés, y dos litro de chicha y otro de
café. Interrumpo la tempestad y expongo mi situación, le pido a la
congregación hacer una vaca para reunir los modestos 250 bolívares
del pasaje. Todos, avergonzados, alegan no tener ni un céntimo en
sus bolsillos antes de continuar la refriega. Yo sigo mi camino con
la esperanza de que se den cuenta que cualquier diferencia entre
ellos es ridícula ante el nudo hecho.
Comentarios
Publicar un comentario